
Desarrolla su pensamiento acerca de la naturaleza a partir de la concepción fitcheana. Para Fichte la naturaleza es un producto de una actividad inconsciente del Yo, es decir, el Yo se pone un límite para poder llegar a ser consciente, y este límite es el no-Yo o naturaleza. Para Fichte la naturaleza es algo negativo, porque representa un obstáculo para el actuar del Yo; aunque este no-Yo se convierte en el lugar de acción del yo, sólo existe para que el yo actúe y se desenvuelva sobre él; es, en definitiva, donde se practica la libertad.[1] Por lo tanto, la naturaleza carecía de entidad y libertad propia. Schelling quiere quitar esta idea negativa de la naturaleza y regresarle a esta su fuerza vital y creadora que es independiente del yo, y que posee un origen propio:
El filósofo de la naturaleza trata a la naturaleza como el filósofo trascendental al yo. Por tanto, la naturaleza misma es para él algo incondicionado. Pero esto no es posible si no eliminamos el ser objetivo en la naturaleza. El ser objetivo es en la filosofía de la naturaleza tan poco originario como en la filosofía trascendental.[2]

... todos estos sistemas pretendían dar una explicación a un panteísmo que se figura el universo como una gran alma viva que reúne en sí todas las esencias y todas las existencias, y que vive un presente cismático, en un estado violento y anormal, un estado intermedio entre la armonía originaria y la que se volverá a conseguir en el futuro[4]
Además, Schelling otorgó también mucha importancia a la medicina para el estudio de la Naturphilosophie, esto es, como nos dice Luis Montiel, porque “pretende elaborar una epistemología médica basada en su Naturphilosophie, por considerar que sólo desde la medicina puede construirse a posteriori una ciencia del hombre, vale decir una filosofía que, a priori, debe encarar su Sistema del Idealismo Trascendental.”[5]

Schelling parte del punto de vista de Fichte de la autoposición del Yo (el Yo es también denominado espíritu), por el que aparece la conciencia; entonces Schelling se da cuenta que objeto y conciencia se condicionan mutuamente, esto es, que la conciencia surge en la medida en que el objeto aparece; de esta idea parte para indicar que el espíritu tiende a la autoconciencia gracias a la producción del objeto. Entonces todo este proceso inconsciente del espíritu a la autoconciencia es la naturaleza.[7]
Schelling explica que la naturaleza se halla organizada gracias a una fuerza productiva y teleológica [que tiende a un fin determinado]. Esta organización se da gracias al principio espiritual que hay en la misma naturaleza [la producción inconsciente del espíritu], debe ser “un espíritu fuera de nuestro espíritu”. Pero este espíritu debe ser inconsciente porque la conciencia sólo se encuentra en el yo.[8]

Lo primero que hace Schelling es elevar de nivel a la naturaleza; en vez de ser natura naturata (naturaleza como producto), ahora será natura naturans (naturaleza como productividad). En la naturaleza se encuentran las mismas fuerzas activas y creadoras que en el espíritu; esto es así, porque entiende a la naturaleza como sujeto, para poder ser fundamentada desde la acción y ser comprendida como un todo organizado. Schelling hace partir a la naturaleza de una actividad absoluta, puro fluir, vida. Por tanto, rechaza la teoría mecanicista de la naturaleza porque “oculta y paraliza su potencial productivo tras el concepto de objeto”.[11]
Schelling ve en la naturaleza un tipo puro de filosofía de la unidad. Fuera de nosotros está presente el espíritu, y en nosotros se encuentra también la naturaleza. Ella es en el fondo espíritu, pero se halla en estado inmaduro, inconsciente de su actividad infinita. “La naturaleza es espíritu visible, del mismo modo que el espíritu es naturaleza invisible”.[12] Esta unidad también se da en el reino natural al conjuntar a la naturaleza orgánica y la inorgánica. Quiere dar una explicación física unitaria de la vida; es decir, “... a través de la multitud de los tipos [de organismos] tiene que regir un principio unitario de evolución que vincula todo lo que para el entendimiento humano está hendido. La idea de una descendencia general es la sencilla consecuencia de la unidad anticipada”.[13] Quiere demostrar que todos los diferentes tipos de fenómenos naturales provienen de un único principio primordial.

Schelling se pregunta: ¿cómo a partir de una unidad puede surgir la multiplicidad?, ¿Cómo es el proceso de génesis de la pluralidad de los productos y seres naturales?. Para responder a estas pregunta nos dice que tiene que haber un momento donde esta unidad se separa, es decir, debe de haberse realizado una escisión que se opone a esta unidad y que debe de existir al mismo tiempo que ella. Schelling busca en la naturaleza un principio separador, una ley de oposición, donde exista una duplicidad de fuerzas de signo contrario, y lo encuentra en el principio de polaridad. “La polaridad, que Schelling define como identidad en la duplicidad o duplicidad en la identidad, encuentra todos los fenómenos naturales desde la gravitación, el magnetismo, la electricidad, la afinidad química hasta la sensibilidad, la irritabilidad, y la tendencia a la organización propia de la vida”[15]. Schelling afirma que este juego de fuerzas es la esencia de la vida.

Por lo tanto, el fenómeno del magnetismo es el más simple, y se encuentra presente en todos los procesos y todos los seres, o sea, es una función general de la materia. El magnetismo es un momento en la construcción de la materia que representa para la naturaleza lo mismo que la autoconciencia para la inteligencia. El magnetismo representa la fuerza de atracción, cuando la fuerza expansiva se vuelve sobre sí misma, esto es, que cuando la fuerza de expansión es detenida por su contrario, que es la fuerza inhibitoria, se produce una atracción hacia el punto de origen, a causa del predominio de esta fuerza inhibitoria. Con el magnetismo se produce también la dimensión de la longitud, ya que las fuerzas que produce el magnetismo se mueven únicamente en sentido horizontal.

Por último, se presenta el fenómeno del galvanismo, que corresponde a la intuición productiva en la inteligencia, [que es cuando se reúnen la parte objetiva con la subjetiva y que se explicará más detalladamente más adelante], y que es la unión de las dos fuerzas opuestas anteriores en una síntesis. Esta síntesis sucede gracias al proceso químico, mediante una serie de transformaciones que afectan a la estructura más intima de los cuerpos. Por eso, la tercera dimensión que se deduce es el grosor o profundidad, ya que la integración se efectuará bajo la forma de sustancias distintas que sólo podrán mezclarse si las fuerzas opuestas actúan en el interior mismo de los cuerpos.
Hasta este punto se ha definido la naturaleza inorgánica, aunque no es tan diferente de la orgánica, porque en los seres inanimados se presenta también una organicidad, aunque en potencia, ya que toda la naturaleza aspira a la organicidad, aunque este estado sólo lo alcanzan algunos especímenes tras una lucha por alcanzar la conciencia. Por esta lucha el espíritu va evolucionando lentamente hasta alcanzar su meta.

Entonces, al llegar al ser vivo orgánico, Schelling introduce el concepto de excitabilidad, que es característica de todo ser vivo, y que fue descubierta por el inglés John Brown. El principio de excitabilidad tiene la función de mediador entre la naturaleza orgánica y la inorgánica, porque como para cualquier tipo de excitación es necesaria una actividad o estímulo que provenga de fuera, esta sería, en última instancia, de la materia inerte.[19]
Este concepto de excitabilidad se desarrolla en tres momentos:
El primero es el de la sensibilidad, que es paralela a la autoconciencia y al magnetismo; la sensibilidad es la capacidad de recepción, el ser afectado por algo externo. En el ser orgánico existe un estado de quietud y equilibrio, que puede ser perturbado a causa de un estímulo externo.

La tercera etapa es la del impulso de formación, que es paralela a la intuición productiva y al galvanismo; “esta es una fuerza de producción que proviene del organismo, exterioriza todas sus funciones y mantiene la unidad e identidad del producto hasta su desarrollo completo, para transformarse entonces en fuerza reproductora”[20]. Este impulso de formación es el que asegura la supervivencia de las especies; se expresa en la nutrición, la secreción, el crecimiento, el instinto animal, el impulso sexual y la reproducción. El impulso sexual es la más perfecta, porque aparece la dualidad originaria, y se muestra como impulso sintético.
Todas estas categorías físicas orgánicas son expresiones de los actos básicos del espíritu, con esto se explican los paralelismos de todas las dimensiones y etapas, y sobre todo, la unidad de todos los productos naturales y espirituales.
El espíritu continúa avanzando, evolucionando hasta llegar a su autorreconocimiento, es decir, realiza una gradación en los organismos hasta alcanzar “la organización de mayor dignidad: el cuerpo humano”[21]. El espíritu se reconoce en el cuerpo humano. Sólo en el hombre se cumple el fin último al que tendía el espíritu con todo este proceso: la autoconciencia. Es la identificación del espíritu con el cuerpo, la aceptación del organismo particular como propio.

Por consiguiente, esta identificación es también la de naturaleza y espíritu, y la de realismo e idealismo.
En este momento la presentación de la naturaleza termina y se da paso al idealismo, en donde se explicarán todos los procesos subjetivos que tienen paralelo con el desarrollo de la naturaleza, para completar el sistema.
[1] Schelling, Friedrich, Sistema del Idealismo Trascendental, Anthropos, Barcelona, 1988, pág. 29
[2] “Primer esbozo de una filosofía de la naturaleza”, II, p. 12, Citado por Rivera de Rosales, J. Y López Domínguez, V. en Introducción, Sistema del Idealismo Trascendental
[3] Comellas Aguirrezábal, Mercedes y Fricke, Helmut, “El poeta, la naturaleza y el panteísmo. Ecos de Schelling y la Naturphilosophie en las leyendas de Bécquer”, en La Memoria Romántica, (ed. Romero de Solís, Diego y Díaz Urmeneta, Juan B.), Universidad de Sevilla, España, 1997, p. 31
[4] Idem.
[5] Montiel, Luis, “Más allá de
[6] López Domínguez, Virginia, Schelling, Biblioteca Filosófica, Ediciones del Orto, Madrid, 1995, p. 27
[7] Colomer, Eusebi, El Pensamiento Alemán de Kant a Heidegger, Tomo II, Herder, Barcelona, 1995, p. 101-102
[8] Hartmann, Nicolai, La Filosofía del Idealismo Alemán, Tomo I, Editorial Sudamericana, Biblioteca de Filosofía, Buenos Aires, 1960, p. 177
[9] Citado por Colomer, Eusebi, op. cit., p. 102
[10] Colomer, Eusebi, op. cit., p.102
[11] Schelling, Friedrich, Sistema... , p. 30
[12] Colomer, Eusebi, op. cit., p. 102
[13] Hartmann, Nicolai, op. cit., p. 179
[14] López Domínguez, Virginia, op. cit., p. 31
[15] Colomer, Eusebi, op. cit., p. 102
[16] López Domínguez, Virginia, op. cit., p. 33.
[17] Ibidem, p. 34.
[18] Ibidem, p. 59
[19] Idem.
[20] Ibidem, p. 60
[21] Ibidem, p. 61.
[22] Idem
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